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EL FILO DE SU ADIÓS

Se dió la vuelta y suspiró…
No podía decirle lo que realmente pensaba porque esa serpiente venenosa era su jefa.
No le agradaba nada y había llegado hace un mes para “decirle qué hacer”. Como si sólo por ser jefa supiera más que ella.

Angela trabajaba hace cinco años en el lugar y vio pasar a muchos jefes, sin éxito.
Hace un año le pidió a gerencia que la probaran a ella como jefa de área, pero le dijeron que se necesitaba estudios de ingeniería para el cargo, y rechazaron su postulación.
Desde ese momento, por frustración y rabia contenida, decidió pedir ayuda psicóloga, que terminó en tratamiento por estrés y medicamentos, para poder soportar “su trabajo y a sus jefes”, según sus propias palabras.

Tenía momentos buenos y malos, pero gracias al estado “zen” que le brindaban las pastillas, no tenía reacciones agresivas, y llevaba una cara de pocker, difícil de adivinar su estado de ánimo real.

La serpiente venenosa, como la bautizó Angela, había llegado hace un mes, y según opiniones de gerencia, lo estaba haciendo increíble, lo que, en palabras de Angela, le causaba “náuseas”.
Objetivamente, sabía que desde el rechazo de su postulación al cargo sería muy difícil para ella aceptar un nuevo jefe. Ella sabía todo lo que había que saber, y tenía todo, salvo el título, para ser la ideal jefa que buscaban.

No le importaba si la serpiente venenosa hacía bien o mal su trabajo. No se simpatizaban mutuamente, y que no le agradara a Angela incluso le gustaba, porque ella entendía todos los movimientos de la empresa, y la serpiente aún estaba aprendiendo.
Angela se propuso una meta desde el día del rechazo y fue que trabajaría para ahorrar dinero y se iría de un día para otro, para vengarse de sus empleadores.
No era fácil para ella levantarse cada día y verle el rostro a todos esos mal agradecidos, que no valoraban sus conocimientos y experiencia, pero los medicamentos la ayudaban a no rendirse.
Trataba de no pensar en el tiempo, ni en el dinero, para no ponerse ansiosa.
También evitaba hablar de trabajo con sus amigos y familia, por lo que vista desde afuera, parecía una persona feliz.

La rabia que sentía le presionaba el pecho y la tenía obsesionada con vengarse, de forma inteligente y dulce, pero a veces, cuando empezaba a perder la paciencia, pensaba en tirar todo lo que hubiese en su camino, empujar a la bruja de su compañera, abofetear al tarado del gerente y sonreírle macabramente a la serpiente venenosa, que estaría nerviosa porque ya no habría ninguna Angela para hacerle el trabajo.
Tenía que respirar hondo, no podía rendirse antes del año.

Le faltaba poco dinero para poder renunciar y vivir en su casa a la orilla del mar, que se había comprado impulsivamente por lo barata que estaba, pero que nunca había habitado por tenerla arrendada mientras vivía en la ciudad.

Seguía haciendo bien su trabajo, eso era lo más importante para que la venganza fuera lo suficientemente sabrosa.

Era una mañana de primavera. Se estiró en su cama y se sentía feliz.
Había llegado el momento de terminar su plan, para enfocarse en su felicidad.
Se vistió llamativa y con su buen físico hacía voltear a hombres y mujeres a su paso.
Se sentía maravillosa, guapa, relajada y feliz.
En la oficina todos la miraron con extrañeza y desconfianza.
Hasta medio día todo parecía normal.
A las 12 en punto pidió reunión con miembros de gerencia y serpiente.

“Renuncio”
Ojos enormes la miraban desconcertados.
“¿Tienes otro trabajo?, ¿te pagarán más? ¿Podemos hacerte una oferta, quizás igualarte el sueldo? Sabes cómo es llegar a una nueva empresa, aquí conoces todos los movimientos. Aquí estás segura.”

En ese momento sintió asco de las palabras que escuchaba.
“Aquí estás segura”, se repetía en su mente, con desprecio.
Acaso tenía que agradecer esa seguridad?. Ella estaba ahí porque era útil para la empresa. ¡Eran ellos los que tenían que agradecer!… pero ya no valía la pena, no quería seguir escuchándolos ni viéndoles la cara.
“No me voy a trabajar a otro lado. Me voy porque ustedes no me valoraron y no se dieron cuenta hasta ahora, de todo lo que podían perder”

Le ofrecieron subir el sueldo, le ofrecieron otro cargo, le ofrecieron descansar un mes y volver. Ella estaba más segura que nunca de su decisión y ya estaba saboreando su venganza y final perfecto.
En todo ese tiempo Angela estudiaba como parte de su venganza, borrar algunos datos de los computadores, algunos registros, no todos… Nunca tan mala…
Debía hacerlo una vez que estuviera fuera de la empresa, para que no sospecharan de ella, y así fue que creó un sistema de conexión remoto a los servidores.
Estaba muy orgullosa de ella misma.
Se fue con la frente en alto y manejó tranquilamente hasta su casa en la playa.
Esa noche debía borrar algunos datos, no datos muy importantes, sólo quería hacer sufrir un poco a todas las víboras que dominaban ese lugar.
 
Se sirvió una copa de vino y se sentó en un cómodo sillón mirando el mar.
Encendió el computador, siguió los pasos que había practicado, suspiró tranquila, y con una sonrisa apretó “DELETE”.

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