logo labeis BLC-sf-R

JUGANDO AL DESTINO

Llevaba tanto tiempo sin pareja, que se había vuelto extremadamente exigente al momento de conocer a alguien.

Cuando le preguntaban «qué buscas en un hombre», no sabía qué responder… Pero tenía clarísimo las cosas que NO quería. Y eran muchas.
Se volvió algo natural que no le gustara nadie, porque cometían esos «errores» que estaban en su lista negra.

¡En su innumerable lista negra!

Se registró en cuanta red social para conocer chiquillos existía.

“Se pasa bien. Conoces distintos puntos de vista. Puedes hacer hasta un «estudio» de los distintos tipos de hombre y puedes seguir llenando la lista negra de cosas que no quieres en tu vida”, le contaba a su amiga Josefina.

Un día, a través de esas aplicaciones conoció a un chico bien guapo. Quedaron en salir, para conocerse en persona. Quizás desayunar, almorzar o cenar.

Finalmente llegó el día de la cita.

Se conocieron un sábado, y muy lejos de la utópica cita, se juntaron a beber.
Pisco, cigarrillos y música electrónica. La cita menos romántica de la historia, pero de las mejores que había tenido.
Hablaron de todo: lo que les gustaba, lo que no. Hablaron de trabajo, de música, de PlayStation, de los «ex», de lo genial de vivir solos, de lo complicado de vivir en parejas…

No hablaron de sexo, no era necesario.
Ambos sabían en qué terminaría todo.
Se gustaron físicamente, se gustaron como personas…

Se miraron y se besaron.

No les importaba la ley de «no acostarse en la primera cita».
Los dos buscaban pasarlo bien y todo iba de maravillas.

Era difícil describir lo excelente que estuvo todo para ambos.
Durmieron juntos, soñó con él.
Tomás inventó sueños de una historia juntos, felices, riéndose y amándose.
Era algo extraño, pero con un gusto sabroso.

No se enamoró, porque no se conoce a alguien en un día, y él no se enamoraba sin conocer.
Pero se enamoró de la situación.
Se enamoró de su forma de actuar, de su forma de besar, de su forma de tocar.

Pasó un poco más de un mes y las pocas veces que conversaron o se escribieron, prometían verse de nuevo.

Tomás siempre pensó que el que realmente tiene ganas de ver a alguien se “inventa” el tiempo para hacerlo…

“Debo admitir que todo esto claramente no es recíproco”, se convenció por fin.
Le dolió el alma, el orgullo, el corazón, los sentimientos.

“Es un dolor mucho peor que el físico, porque no sabes cómo aliviarlo”, le dijo a su amiga Josefina.

Tenía ganas de llorar «sin motivos», porque el real motivo es que estaba solo y siendo exigente.
Y cuando por fin conoció a alguien que parecía cumplir todos sus requisitos, se da cuenta que no cumplía todos los requisitos de la otra persona.

Tomás, dolido, dejó de buscar el amor en aplicaciones, pero de vez en cuando mira las fotos de Adrián y piensa en él.

Deja un comentario

Comparte en tus redes

Sitio hecho por

labeis logo sf blc