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PESADILLA

Iba manejando mi auto y Adrián iba a mi lado. El auto estaba destruido por dentro, pero yo estaba distraída y no le di mayor importancia.

Nos detuvimos unos minutos y se subieron 3 personas atrás, como si estuviéramos en un taxi. Eran personas desconocidas y sólo podía ver con claridad al que iba sentado al medio, por el espejo retrovisor. 
Volví a manejar y toqué mi cabecera, que estaba toda dañada y ahí recién le presté atención a cómo había quedado dentro del auto. 

Los asientos estaban destruidos en la cabecera. Y el techo, en ambos costados del asiento de atrás también destruido. 
Me enojé, gritaba “¡qué le pasó a mi auto!”

Adrian estaba en el asiento del copiloto y yo empecé a pegarle con mis manos, enojada. 
Paré en una especie de plaza y la gente de atrás se bajó. “entendieron que el trayecto iba a llegar hasta ahí no más”, lloraba con rabia y pensaba que aún quedaban tantas cuotas por pagar.

Adrián me decía que había sido “Diego”, que era un travesti (él explicaba). Y yo lo miraba con más rabia aún. Adrián decía que se había enojado con él porque “no quiso seguirle el juego”. 
¡Más rabia me daba imaginarme un travesti haciendo una pataleta en mi auto porque mi novio no lo pescaba!
De la rabia pasé a la pena y con los recuerdos, de nuevo a la rabia. Seguía llorando. 

De pronto la placita tenía mesas y sillas. Una adolescente miraba escondida a una pareja de adultos (después entendí que eran sus papás) y cuando el papá abrazó a la mamá, la adolescente corrió y saltó el muro (era su casa y se había escapado, con su padre como cómplice). Me miró como coqueteando conmigo. Yo también la miré. Luego miró a su padre y se guiñaron el ojo. 

Cuando busqué a Adrián vi que estaba esperando a alguien. De un bus se bajó su amigo Jorge y corrió hasta donde estaba él. 
Adrián le dijo (como una orden) que necesitaba 36 cheques. Jorge dijo, ¡pero de dónde los saco!, y Adrián decía, no sé, pero necesito 36 cheques. 

Jorge se iba a ir y Adrián lo detenía y le decía “también necesito…”
Yo no alcanzaba a entender lo que decía, tampoco lo escuchaba porque bajaba la voz. 
Jorge lo miró con cara asustada y ojos muy abiertos, pero sabía que no debía discutirle a su amigo.

Seguí mirando para entender qué le había pedido. Jorge volvió a los pocos minutos con una especie de queque. Le dijo “no te lo puedes comer completo’. Sólo puedes comer un trozo muy chico.” Adrián lo miró enojado y sacó un pedazo enorme y se lo echó a la boca y trató de tragar rápido. 

Empezaron a darle arcadas y entendí que era un queque de marihuana. 
Corrí hasta donde estaba y a tirones intenté llevarlo al baño para que tome agua. Una mujer se acercó al queque e hizo lo mismo. Yo trataba de arrastrar a la mujer también, pero no con tanto esfuerzo. Sólo me preocupaba Adrián. 

Al rato Adrián empezó a explicarme de nuevo lo del travesti en el auto. Yo no quería escucharlo, pero él insistía. 
Me dijo “te voy a mostrar una foto”. Yo le decía “no me interesa saber quién es” y me mostraba la foto de una especie de mono animado, rojo, con lentes, parecido a un molusco. Con una especie de tentáculos en la boca… 

Desperté enojada.

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